LA FILOSOFÍA ECOLÓGICA FUE ANTICIPADA POR FRANCISCO DE ASÍS
Por
Eduardo García Peregrín.
Para
muchos, es el precursor de una nueva democracia universal de tipo socio-cósmica.
Generalmente
se ha considerado que el “Cántico de las criaturas” representa uno de los
logros más importantes de la espiritualidad de Francisco de Asís, en el que
puso de manifiesto una profunda reconciliación entre el cielo y la tierra,
entre la vida y la muerte, entre el universo y Dios. A pesar de estar escrito
en el siglo XIII, todavía se tiene como una de las joyas de la poesía
occidental y de la mística de la naturaleza. Ya en 1967 el historiador
norteamericano L. White Jr. propuso considerar la piedad cósmica de Francisco
como un ejemplo para la mentalidad ecológica actual.
El
Cántico de las criaturas mantiene hoy plenamente viva su actualidad y debe ser
entendido en el marco de la inquietud moderna de la filosofía ecológica. Se
trata del canto de un hombre que durante toda su vida luchó para lograr un poco
más de fraternidad entre sus conciudadanos y para que se hiciera visible la
humanidad de Dios. Francisco de Asís aprendió a contemplar los seres vivos y
las cosas de una forma ingenua, sencilla, fraterna. Dejó de verlos desde el
ángulo de su valor comercial, como se hacía en su tiempo y se sigue haciendo en
gran parte hoy, para considerarlos criaturas de Dios y, por lo tanto, dignos de
interés por sí mismos. Francisco cantó para mostrarles a los hombres la tierra
fraternal, liberada del dominio del dinero y de toda servidumbre.
La
fraternidad con las personas…
Todas
las biografías más antiguas de Francisco coinciden en destacar la estrecha
unión que establecía con todas las personas y todas las cosas. Pero este
torbellino de fraternidad no nació de un modo intemporal, sino que coincide con
la revolución social que se estaba produciendo en su tiempo y con la revolución
personal que supuso su encuentro con los pobres y los leprosos. En este
sentido, se cuenta que pasó tres años dedicado a atenderlos a la vez que
restauraba la capilla de San Damián, hasta que un 24 de febrero, festividad de
San Matías, escuchó el evangelio de la misión de los Doce (Mt. 10,5-10) y
comprendió que Dios no le pedía que restaurara iglesias ruinosas, sino la
Iglesia viva y sus ruinas humanas… Y el Señor le dio hermanos, con los que
fundó su primera fraternidad. Era la primavera de 1208.
… Y
con las criaturas, Francisco amplió su fraternidad fuera de los límites de lo
humano para llegar al mundo de los animales y al mundo de los vegetales. Todas
las biografías escritas en los años siguientes a su muerte destacan
unánimemente la amigable unión que Francisco establecía con todas las
criaturas. La fraternidad en Francisco no solo se humaniza sino que se hace
universal. Son múltiples los detalles que se nos han transmitido sobre cómo
Francisco vivía esta fraternidad: en su trato con las plantas, con los
animales, etc. Así, sus biógrafos señalan que andaba sobre las piedras en
atención a Aquél que se había llamado piedra a sí mismo; recogía las babosas de
los caminos para que no fueran pisadas por la gente; daba miel y vino a las
abejas en el invierno para que no muriesen de frío y de hambre. Con su enorme
optimismo, prestó al mundo un servicio inapreciable que los poetas y demás
hombres tendremos siempre que agradecer. Y esto, en una época en la que
especialmente los cátaros habían despertado las sombras del maniqueísmo,
considerando intrínsecamente mala a la materia.
La
fraternidad cósmica.
Francisco
dio un paso más en el concepto de fraternidad. Ya no se trataría sólo de las
criaturas vivientes, sino que amplió el círculo a todo el cosmos, a toda la
creación. Y no solamente a la creación material sino también a la inmaterial
pero existente y, por lo tanto, también hermana. Como veíamos al principio, la
demostración más elevada de ese sentido de fraternidad cósmica lo podemos
observar en el “Cántico de la criaturas”.
En este cántico, Leonardo Boff ha querido ver, sobre todo, una síntesis afortunada entre ecología interior y ecología exterior. Su estructura revela el encuentro de la unidad global, entrecruzándose dos líneas: una vertical en la que se dirige a Dios y otra horizontal en la que estima que, si por nuestra minoridad no podemos hablar directamente con Dios, sí podemos hacerlo con las criaturas en las que Francisco ve la presencia de Dios, considerándolas sacramentos de Dios.
En este cántico, Leonardo Boff ha querido ver, sobre todo, una síntesis afortunada entre ecología interior y ecología exterior. Su estructura revela el encuentro de la unidad global, entrecruzándose dos líneas: una vertical en la que se dirige a Dios y otra horizontal en la que estima que, si por nuestra minoridad no podemos hablar directamente con Dios, sí podemos hacerlo con las criaturas en las que Francisco ve la presencia de Dios, considerándolas sacramentos de Dios.
Así,
la primera estrofa va dirigida directamente a Dios y las siguientes también a
Dios pero por medio de las criaturas, organizadas en parejas
masculinas-femeninas: el sol y la luna, el viento y el agua, el fuego y la
tierra. El Dios al que Francisco se dirige es un Dios pequeño a pesar de su
magnitud; no es un Dios lejano, sino que es un Dios cercano. Sin embargo, en su
minoridad, Francisco percibe que no puede cantar directamente a Dios; por eso
lo hace a través de las criaturas.
Así
canta al hermano sol al que lo considera señor, pero como también ha sido
creado por Dios, no deja de ser hermano. Y lo mismo a la luna, al viento, al
agua, al fuego y a la Tierra, considerada por Francisco como madre, pero que
por haber sido creada por Dios es también hermana. Finalmente, la hermana
muerte corporal, a la que no teme sino que la considera una hermana que viene a
abrirle las puertas de la eternidad. Por eso, Francisco se abraza a la muerte porque
es una hermana, portadora de una vida más amplia e inmortal. No hay por qué
temer; podía abrazarla. Francisco acaba su vida reconciliándose así con la
muerte.
Fundamentos
de la fraternidad en Francisco
Simplificando
mucho las cosas, podríamos decir que lo que fundamenta el concepto y la
vivencia de la fraternidad en Francisco es su imagen de Dios y su imagen del
hombre y, especialmente, la relación entre ambas. Francisco no fue un teólogo
ni mucho menos. Él se consideraba un iletrado; por eso nunca pretendió ejercer
de teólogo. Sin embargo es interesante destacar que el Dios de Francisco es un
Dios Padre, un Dios cercano, el “abba” de Jesús. Es un Dios débil y pequeño,
pero que asumió nuestra condición para mostrar la grandeza de la condición
humana. Es un Dios Padre creador de todas las cosas, a las que ama porque las
ha creado buenas, como podemos leer en Sab. 11.
Por
otra parte, se ha dicho que la antropología de Francisco está cargada de
dimensiones teológicas, por la cercanía que encuentra entre el hombre y Dios o
entre Dios y el hombre. Para Francisco, el hombre es fundamentalmente un
hermano, sobre todo un hermano menor, siervo y al vez cortés, libre porque es
pobre, alegre con la alegría de sentirse en comunión con la creación, compasivo
y misericordioso, etc.
Actualidad
de la experiencia de fraternidad cósmica en Francisco
De
acuerdo con E. Haeckel, su primer definidor, la ecología es el estudio de la
inter-retro-relación de todos los seres vivos y no vivos entre sí y con su
medio ambiente. Por lo tanto, no se trata de estudiar por separado el medio
ambiente y los seres vivos y no vivos, sino hacerlo desde la globalidad de su
interacción mutua. Cada vez está más aceptado que un ser vivo no puede ser
considerado aisladamente como un simple representante de su especie, sino que
tiene que verse en relación y en equilibrio con los demás representantes de la
comunidad de vivientes y con las condiciones en que se desarrollan.
De
aquí que, en la actualidad, se suelen distinguir tres niveles o tipos de ecología:
a) Una ecología ambiental, que trata del medio ambiente y de las relaciones que los seres vivos, especialmente el hombre, establecen con él.
b)Una ecología social, que se ocupa de las relaciones derivadas de la consideración del hombre como un ser social.
a) Una ecología ambiental, que trata del medio ambiente y de las relaciones que los seres vivos, especialmente el hombre, establecen con él.
b)Una ecología social, que se ocupa de las relaciones derivadas de la consideración del hombre como un ser social.
c)
Una ecología mental, que se fundamenta en el hecho de que la naturaleza no es
algo exterior al ser humano, sino interior; es de la mente de donde surgen los
patrones de comportamiento que se concretan en actitudes de defensa o de
agresión a la naturaleza.
La
ecología ambiental en Francisco de Asís
La
Declaración de Río de Janeiro de 1992 acababa diciendo que la salvación del
planeta y de sus pueblos, de hoy y de mañana, requiere la elaboración de un
nuevo proyecto de civilización que debe ser construido sinergéticamente por
todos. La ecología no puede reducirse al campo “verde” de la naturaleza, sino
que se basa en las relaciones que todos los seres, principalmente los seres
vivos, mantienen ente sí y con su entorno. Por eso se ha dicho que hoy hemos
llegado a un punto en que o nos salvamos todos o nos perdemos todos.
La
visión moderna del mundo que nos está proporcionando la física cuántica, la
biología molecular o la propia ecología nos debe llevar a comprender que todo
tiene que ver con todo, que estamos envueltos en una red de relaciones y que
nada ni nadie existe fuera de esas relaciones. Según la física cuántica, toda
la materia del universo deriva de las mismas partículas elementales de las
cuales sólo cuatro parecen ser estables: el protón, el electrón, el fotón y el
neutrón. Como resultado de la atracción de las cargas opuestas de los protones
y electrones surgen los átomos. Como diría F. Betto, “lo que sustenta al átomo
es una cuestión de amor”.
A su vez, de la combinación de los átomos surgen las diferentes moléculas de que está hecho todo nuestro mundo. El agua está formada por un átomo de oxigeno y dos de hidrógeno; el aire está formado por átomos de nitrógeno, oxígeno, carbono, hidrógeno, etc. La tierra, las plantas, los animales… todo está formado por átomos mantenidos por esa especie de amor o atracción básica.
A su vez, de la combinación de los átomos surgen las diferentes moléculas de que está hecho todo nuestro mundo. El agua está formada por un átomo de oxigeno y dos de hidrógeno; el aire está formado por átomos de nitrógeno, oxígeno, carbono, hidrógeno, etc. La tierra, las plantas, los animales… todo está formado por átomos mantenidos por esa especie de amor o atracción básica.
A
escala celular, la bioquímica y la biología molecular nos están diciendo que
cada una de los miles de moléculas que existen en cada una de nuestras células
tiene una estructura determinada que hace que sea la más apropiada para llevar
a cabo una función determinada, de tal modo que entre ellas se establece una
relación que las hace a todas igualmente necesarias y que, a su vez, se
encuentra perfectamente regulada para que funcionen como un “todo” orgánico y
armónico.
Pero
no olvidemos que cada molécula es el resultado de un “abrazo amoroso” entre sus
átomos constituyentes, y que, a su vez, las moléculas se funden en otro “abrazo
amoroso” para formar las células, y éstas igualmente los tejidos, los órganos y
los sistemas de un organismo.
Por
otra parte, dada la complejidad de los seres vivos, cada día está más aceptado
en el campo de las ciencias de la vida lo que se ha dado en llamar el
“principio hologramático”, que viene a decir que en las partes está presente el
todo y el todo está en las partes. Por eso, el sentido actual de ecología
implica el pensar siempre holísticamente, convenciéndonos de que la totalidad
no es sólo la suma de las partes, sino fundamentalmente la interdependencia
orgánica de todos los elementos.
La ecología actual tiene que ser holística o no será ecología. La ecología se entiende hoy como relación, de tal manera que no existe nada fuera de la relación, porque todo tiene que ver con todo, en todos los momentos y en todas las circunstancias.
La ecología actual tiene que ser holística o no será ecología. La ecología se entiende hoy como relación, de tal manera que no existe nada fuera de la relación, porque todo tiene que ver con todo, en todos los momentos y en todas las circunstancias.
Este
sentido relacional está también presente en la antropología actual. Se ha
definido el hombre como un nudo de relaciones, en todas las direcciones: hacia
lo alto, hacia Dios; hacia los lados, hacia sus hermanos; hacia abajo, hacia la
tierra; hacia dentro, hacia su corazón.
Pues
bien, en este ámbito es donde se mueve Francisco de Asís. Pero con algo
añadido. Para Francisco, el hombre no es sólo un nudo de relaciones sino que es
un nudo de relaciones cordiales. La cordialidad es una característica
fundamental de Francisco: todo está unido a su corazón. Eso da lugar a que su
experiencia de fraternidad represente el más vivo ejemplo de una antropología
de relación y, sobre todo, de cordialidad con todos los seres. Es una antropología
que sabe sentir el corazón de las cosas, para lo cual es indispensable entrar
en sintonía con ellas viviendo la fraternidad universal y cósmica.
No
se trata solamente de que el otro esté allí y nosotros aquí, por muy cercanos
que estemos. Es que tenemos que convertirnos en el otro, transformarnos en el
otro, lograr una fusión mística con las demás realidades, vivir una experiencia
de identificación con el otro. Se trata de con-vivir, con-sentir, com-partir y
co-mulgar con las cosas. De ahí nace la comunidad con esas cosas conocidas
amorosamente. Y esa fue la idea de fraternidad cósmica y la vida de Francisco.
La
ecología social en Francisco de Asís
Como
decíamos antes, la crisis ecológica nos concierne a todos, por lo que necesita
la participación de todos. Y la mejor forma de participación es una democracia.
En esta democracia ecológico-social, los ciudadanos no son solamente los seres
humanos, sino todos los seres que componen el mundo: una “biocracia” y una
“cosmocracia”. Esto significa que todos los seres de la naturaleza son
ciudadanos, sujetos de derechos, dignos de respeto y de admiración.
El
filósofo francés J. Maritain y otros muchos han considerado que Francisco es el
precursor de una nueva democracia universal de tipo socio-cósmica; no se trata
de una democracia en la que todas las personas humanas son iguales y sin
jerarquías, sino de una democracia cósmica, que incluye dentro de sí como
ciudadanos no sólo a los hombres sino también a los animales, las plantas, el
agua, el sol, la luna y las estrellas.
Todos
estos ciudadanos de la nueva democracia cósmica participan de nuestra
convivencia, tienen derecho a vivir y deben ser plenamente respetados. Esta
democracia cósmica es una democracia biocentralizada, es decir, centrada sólo
en la vida y en la naturaleza. Ahora bien, como la naturaleza es el equilibrio
entre la vida y la muerte, también debe ser incluida la muerte. Eso es lo que
hizo Francisco en su tiempo: su democracia incluye todas las formas de vida e
incluso la propia muerte. Cuando llamaba hermanos a los animales y a las
plantas, al sol, la luna y las estrellas… y hasta a la muerte, ¿no estaba
sentando las bases de esta nueva democracia cósmica?
La
cultura moderna parece situar al hombre por encima de las cosas para poseerlas
y dominarlas. Este antropocentrismo se ha considerado como el resultado de una
lectura arrogante de los textos bíblicos. Sin embargo, Francisco vivió otra
manera de ser en el mundo. Francisco no define al ser humano por lo que lo
diferencia de los demás seres, sino por lo que tiene de común con ellos.
Se
pone al lado de todas las cosas y de todas las criaturas para amarlas y
convivir con ellas como hermanos y hermanas en una casa común. Todas las cosas
las consideró animadas y personalizadas; él descubrió intuitivamente lo que hoy
conocemos por la ciencia: que todos los seres vivos somos hermanos porque
tenemos el mismo código genético. Para Francisco, todos con-vivimos en la misma
casa paterna y materna, con un profundo respeto hacia todas las diversidades, especialmente
con los más débiles.
La
ecología mental en Francisco de Asís
La
ecología de la mente, también llamada ecología profunda, trata de despertar en
las personas su espíritu de escucha. Por eso, una de las misiones del ser
humano es descifrar el mensaje que nos transmiten todos los seres del universo
y celebrarlo. A partir de la ecología interior, el universo deja de ser una
entidad neutral para convertirse en algo que concierne al ser humano.
El
universo se dirige hacia el ser humano, lo mismo que el ser humano se vuelve
hacia el universo de donde procede. Ambos nos pertenecemos mutuamente. Nos une
un vínculo de fraternidad que Francisco ya intuyó en su tiempo. No podemos
considerarnos como seres separados de la Tierra; somos hijos de la Tierra, somos
la misma Tierra que se hace autoconsciente.
Francisco vivió esta experiencia de un modo profundo. Su gran aportación para su tiempo fue considerar que todas las cosas de la creación son hermanas porque proceden del mismo Padre. Francisco personalizó todas sus relaciones al considerar a todos los seres del universo como sacramentos de la presencia de Dios. Hoy día se acepta que esta sacramentalidad no debe considerarse sólo en dirección vertical de Dios-universo, sino también en la horizontal de Dios-proceso evolutivo cosmogénico. Esto lleva consigo el mantener abierta la sacramentalidad hacia las nuevas formas de manifestación del misterio de Dios.
Francisco vivió esta experiencia de un modo profundo. Su gran aportación para su tiempo fue considerar que todas las cosas de la creación son hermanas porque proceden del mismo Padre. Francisco personalizó todas sus relaciones al considerar a todos los seres del universo como sacramentos de la presencia de Dios. Hoy día se acepta que esta sacramentalidad no debe considerarse sólo en dirección vertical de Dios-universo, sino también en la horizontal de Dios-proceso evolutivo cosmogénico. Esto lleva consigo el mantener abierta la sacramentalidad hacia las nuevas formas de manifestación del misterio de Dios.
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